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Foto del escritorCDA Lares

Una Balsa Sin Guía

Por vereda de justicia guiaré, por en medio de sendas de juicio, Para hacer que los que me aman tengan su heredad…- Proverbios 8: 20-21 (RVR1960)

Hace unos años, mi esposo y yo fuimos a hacer “rafting” en el Rio Colorado. La aventura consiste en manejar una balsa rio abajo, utilizando remos para mover la balsa por medio del rio. El objetivo era llegar al final del rio, donde nos esperaba un autobús que nos llevaría de regreso. En la balsa habíamos cinco personas y, por supuesto, nuestro guía. El guía es una persona experimentada que, además de practicar esta actividad de forma profesional, conoce las aguas del rio como la palma de su mano. Cuando comenzamos, él nos explicó que debíamos remar cierta cantidad de veces y de ciertas formas, dependiendo cuán caudalosas o rápidas sean las aguas. Pero no teníamos de qué preocuparnos porque él estaría dándonos instrucciones. La primera instrucción: “remar dos veces a la izquierda.” Eso nos ayudaría a salir de la orilla. “Dos remos a la derecha,” para así nivelar nuestro curso… “tres remos rápidos a la derecha, dos a la izquierda” … mientras más nos adentrábamos en el rio, más rápidas e intensas las aguas se ponían. Pero nuestra guía sabía exactamente qué debíamos hacer para permanecer a flote y en control de la balsa. Pronto ya nos sentíamos expertos remadores, ¡todo era tan sencillo y divertido!


Pero en un momento la balsa se atascó, y el guía salió de la balsa para empujarla. ¡Hasta que un golpe de agua se llevó la balsa antes de que él pudiera retornar a la misma! Los próximos minutos fueron un total caos. Nos mirabamos unos a otros mientras las aguas se llevaban nuestra balsa y comenzábamos a dar golpes de un lado del rio al otro. Alguien gritó, “¡vamos a remar!” “Si, ¿pero a dónde?”, preguntó otra. “Pues opino que a la izquierda” respondió. Comenzamos a remar, pero eso solo causó que la balsa comenzara a dar vueltas. Alguien más dijo: “¡Hay que remar a la derecha también!” Pero esto causó que diéramos vueltas en la otra dirección. Mientras tanto yo veía como estábamos a merced de las aguas del rio. Las aguas nos llevaban a donde le placía, y nosotros no lográbamos ponernos de acuerdo sobre qué hacer. Varias veces la balsa amenazó con volcarse, chocamos contra las piedras que había y, finalmente, decidimos no remar y dejar que el rio nos llevara. Probablemente fueron sólo tres minutos sin guía, pero a mí me pareció una eternidad. Finalmente, otra balsa que había visto lo sucedido recogió a nuestro guía y lo llevó hasta donde estábamos. En un momento nuestro guía saltó a nuestra balsa. “Dos remos rápidos a la izquierda”, “tres remos largos a la derecha…” Y con sólo dos instrucciones llegamos a una orilla segura donde pudimos tomar un descanso antes de continuar la travesía.


¿Puedes ver la analogía? Cuando tenemos una visión clara de hacia dónde nos dirigimos, no podemos olvidar que nuestra Visión debe incluir al Guía que estará acompañándonos durante la travesía. Nuestro Guía tiene que estar en la balsa junto a nosotros todo el tiempo. Un momento sin Él en la balsa puede llevarnos al caos, a escuchar y seguir “influencias” que nos gritan a voces lo que debemos hacer. Pero que sólo nos llevan a dar vueltas en el mismo lugar, sin avanzar hacia la meta. Permítele al Señor ser parte de tu Visión. Permítele ser tu Guía. Consulta con Él, escúchalo a Él, sigue sus instrucciones, y verás cómo te guiará por Vereda de Justicia. Como dice el famoso Salmo 23:3-4 “Me guiará por sendas de justicia por amor a su nombre. Aunque ande en valle de sombra y de muerte, no temeré mal alguno porque Tú estarás conmigo.”

 

Verdad de la Semana:

"Mantén al guía en tu balsa, Él te llevará a la meta."

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